viernes, 18 de octubre de 2013

Expendedor de sonrisas (crónica vendedor por un día)

En  Colombia por fortuna aún hay trabajadores informales, aquellos que utilizan la malicia indígena para vender, comprar y revender cualquier tipo de artículo en el mercado. En Bucaramanga la mayoría de ellos son expenden chicles, cigarrillos, manillas, juguetes y ropa… todos ellos hacen piruetas para que la policía no les quite la mercancía. Esto por una ley del alcalde Hugo Aguilar para recuperar los espacios. Yo intente pasar un día con un vendedor informal, un vendedor que en Bucaramanga aunque extraño de mencionar hace parte de este gremio. Un expendedor de marihuana.
Para pasar el día tuve que ir a la cuarta con novena un poco más debajo de la Universidad en donde vive un amigo de la escuela que hace parte de este trabajo. Con ánimos de hacer este trabajo lo llamaremos “gato” el gato es lo que llaman en Bucaramanga un campanero, es la persona encargada de alertar si la policía se acerca, él vive en un barrio llamado por sus habitantes “las torres”. Antes de empezar, debía ir donde la persona encargada de todo el negocio, así que tuve que bajar las escaleras del barrio la universidad  y pasar por cuatro anillos invisibles hasta llegar donde “Miguelito” increíblemente este personaje tenía más de 60 años, él me tomo del brazo y me dijo –quiere un poco- y señalo la marihuana que se encontraba en unas bolsas negras sobre una mesa de comedor. Yo respondí que no, con un miedo que consumía lo más valiente de mí. Él solo sonrió y dijo – de igual manera tome esto para que se vaya con buenos recuerdos-  y me dio dos hojas de cuaderno arrugados por el puño de sus manos, esta es una manera de envolver la marihuana, así que no la abrí, solo por espeto la guarde en mis bolsillos. El “gato” le hablo sobre mi trabajo y él aunque un poco reservado accedió solo con  la condición de no dar las especificaciones exactas de la casa y decir su sobrenombre en la crónica, cosa que haré por respeto a este pacto.
Miguelito no nos acompañó al lugar donde vendían por seguridad, en ese momento me di cuenta que el negocio aunque lucrativo tiene riesgos, y el riesgo de miguelito es no poder disfrutar de su vida como cualquier otra persona. “gato” y yo subimos nuevamente hasta la bomba donde se venden estas drogas, él me dijo –pille como es la vuelta, yo soy el campanero, el de allá es el vendedor, vamos pa’ que sepa quién es y se quede con los vagos.-
Bajamos hasta donde vendían la marihuana, ahí el me presento a “Jairo” esto fue algo muy cómico, porque “Jairo” también  había estudiado y jugado futbol conmigo, así que me sentí un poco relajado por esto. Jairo me saludo muy cordial y cuando le comente lo que hacía no puso problema alguno en ayudarme.
Me dijo –si usted quiere que le salga la vuelta bien, mejor vótese aquí por acá a las 11 y venga sin moto, todo bien que se queda en mi casa, yo vivo al lado de “pinky”- “pinky” también había estudiado conmigo y yo me había quedado por bastante tiempo en la casa de él, en ese momento pensé, ya echo la labor no me voy asustar, así que le dije que sí.
A las once de la noche estábamos parados en una esquina de la bomba, aunque no me dejaron ver cómo llegaba o quién la envolvía; me explicaron como era el “día” en este caso la noche, “Jairo” me comento que en la noche sucedía todo. En el momento en que hablamos llegaban motos y carros de alta gama. Los de las motos debían quitarse los cascos y  mostrar la cara, un campanero les decía dónde ubicarse, en este caso debían hacerse debajo de un árbol donde según ellos la cámara no llegaba a grabarlos, las personas debían tener sencillo para comprar  “el paco” o sea la hoja de papel que contiene la marihuana. “el paco”  cuesta dos mil pesos. Ni más ni menos. “Jairo” me pidió ser el timbrador, o sea el que “chiflaba” a una persona para que subiera “el paco”. Así fue llego un carro le avisaron el lugar, yo chiflaba y en 1 minuto subía una persona que me entregaba el paco. En la noche llegaban prostitutas, abuelas, jóvenes de 11 en adelante, locos, travestis, profesores… yo me sorprendí al ver la cantidad de personas y de distintas clases sociales que allí llegaban. Durante toda la noche la policía se acercó más de diez veces, el campanero, con una linterna una cuadra más adelante avisaba que ellos llegaban, y debíamos salir corriendo hasta una zona boscosa a la cual ellos no entraban. Luego de que pasaran salíamos nuevamente y continuábamos la labor. “Jairo luego que salimos dijo lo siguiente
-       P… h… antes venían y se llevaban algunos pacos para ellos, ahora desde que esta la cámara solo vienen por plata, y así no funciona esto. Por eso le dije que se quedara en mi rancho porque los vagos ya lo tienen fichado en la cámara. Pero sano.
La noche trascurrió tranquila, yo me canse de chiflar así que cambiamos con otra persona, yo avisaba donde debían cuadrase, y esperaba al lado del vehículo mientras traían “el paco”. Las personas que están en este negocio, fuman marihuana durante toda la noche, hablan del colegio, de sus problemas y posibles decisiones… ellos son amigos estudian juntos, los acompañan generalmente sus novias, la mayoría  embarazadas. Ellos parecían muy alegres durante toda la noche, y las personas que llegaban al lugar a comprar eran amigables nada asustados, la rapidez de las personas era asombroso. Todo sucedía en menos de dos minutos, era algo de “tome y deme” a las dos y media de la mañana ya no había ni un solo paco. La plata así como bajaba nunca subía.

Cuando llegue a la casa de mi amigo a dormir él me dijo – recuerde que nosotros si somos vendedores ambulantes, nosotros vendemos sonrisas, al igual que un payaso o un cuentero, y si pillo bien la vuelta las abuelas no se la fuman la echan al alcohol para sus piernas y los profes lo hacen para el relajo… por eso nosotros vendemos sonrisas.-

Una pareja de antaño

En la mañana de domingo, Domingo se levanta cada día a las cuatro de la mañana, siempre se levanta  y camina descalzo  por toda la casa hasta la cocina, toma un vaso de vidrio, abre el grifo y toma un vaso de agua, luego se acuesta nuevamente a dormir hasta las 5:30, lo sé porque es mi tío. Su edad es la de un hombre de la tercera edad. Esto lo hace así siempre porque su compañera sentimental así lo hacía. Él se despertaba cuando ella lo hacía y le decía – Martha por favor ¿no puedes tomar agua en otro momento? -  pero luego de la muerte de ella, él hace cada una de las cosas que hacía Martha, lava su ropa a mano, toma agua a las cuatro, el arroz con pollo lo  sazona con uvas pasas (aunque a él no le gusta), siempre me causo curiosidad el comportamiento de mi tío, algunos dirán que una pareja que pelean o viven el momento como el último es la mejor pareja, pero, falta ver una pareja donde un vivo habla con su difunta esposa.
-déjeme hacerlo a mi manera. Dice mi tío a su esposa mientras hace el arroz
- ya me bañe ahora será que puedo estar tranquilo
No digo que mi tío este loco. No, es muy cuerdo solo nunca ha podido olvidar a su mujer, aun camina y siente que su sombra la comparte con ella. Intente escuchar de él por una semana todo lo que decía, todo lo que hablaba.
Mi tío hombre bohemio, le encanta la poesía que nunca lee y la música de cantina, cada día pone en mi equipo “cinco centavitos” de Julio Jaramillo y camina por toda la casa, cundo escucha esta canción hace algo muy particular que luego mamá me explico. Mi tío toma en sus manos un pocillo de tinto y le agrega un poco de aguardiente. Yo pensaba que esto era por culpa del sufrimiento de no tener a Martha, pero mi mamá  me explico lo siguiente, -a su tía le gustaba Julio Jaramillo, y siempre que lo oía tenía que tomarse un trago, de eso murió, la mato el trago. Por eso su tío lo acompaña con aguardiente para morir como ella-.   Yo no creo que sea por eso, yo creo que lo acompaña con aguardiente para recordarla y estar con ella, el amor de mi tía por ella es tan grande que aun la siente a su lado, que aun hace todo lo que a él le disgustaba hacer por ella.  Hace dos días lo encontré hurgando en la nevera de mi casa y decía
-qué te gusta a ti, ni mierda…  voy a tomar agua y ya.
Siempre mi familia ha dicho que ha enloquecido, mi tío se sienta en la mecedora y mira hacia el techo por largo tiempo mientras susurra rezos y toma tinto, porque si a mi tía la mato el trago, a mi tío lo va a matar el tinto. Aunque los doctores le han sugerido no tomar más tinto él cada mañana toma un tinto, al medio día mientras oye música también lo hace pero acompañado con aguardiente y antes de acostarse toma un último vaso de tinto. Los rezos que hace son un poco extraños, comienza con ave maría y termina charlando con alguien, con Martha.

Algunas parejas son raras, algunas viven su vida día a día, algunas son tan antiguas que aguantan a la otra persona hasta en lo más asqueroso y doloroso, algunas perdonan engaños y otras como las de mi tío se aman y viven por toda la eternidad así su complemento este en una tumba. 

La ciudad de los parques sinónimo de la ciudad de los sueños (crónica sobre lo que nunca he echo)

Bucaramanga, jueves 25 de julio de 2013, 6:00 pm me senté en el parque del barrio los Pinos  a pensar u observar algo que me hiciera escribir una crónica. En mi mente sabía que debía hacer una crónica de algo que  nunca había hecho, esa era la tarea... no tenía un peso en mis bolsillos para recrear algunas ideas de mis compañeros de clase: tirarse de un parapente, escalar una montaña o hacer bungee jumping… para narrar algo como eso se necesita  dinero; luego pensé en las ideas de algunos sobre lo que no necesitaba dinero: ir a una iglesia,  pasar un día con mi madre… todas estas ideas revoloteaban en mi mente pero era consciente de que no me aguantaría ni media misa seguro me quedaría dormido y para colmo de males me encontraba en este parque porque había discutido con mi mamá… miro el reloj 7:35 pm subo mi cabeza y me quedo mirando fijamente el árbol que se encuentra sobre mi banca, detengo la mirada sólo por unos segundos pensando en la crónica y la discusión con mi mamá – no quiero llegar a casa-  es en lo único que reflexiono… 7:48 se hace tarde en el parque, sólo quedamos dos personas, a mi lado se encuentra un indigente al cual conozco porque ha ido a mi casa a pedir algo de comer, pienso en cómo será pasar una noche en un parque y es lo único que me hace reír irónicamente debido a la situación en la que me encontraba. Estaba decidido iba a pasar una noche en un parque de la ciudad bonita.
Luego de esta decisión voy a la casa de un amigo y pido los menesteres necesarios para pasar mi noche en el parque (una cobija vieja, un buso para el frio y algunos cigarrillos para pensar) regrese al parque donde se me había ocurrido la idea. Ya eran las 8: 45 pm llegue al parque y observe que se encontraba el mismo indigente, no voy a negar que la idea de pasar una noche en el parque ya no me resultaba tan divertida, mi seguridad comenzaba a temblar de miedo y frio, mire el parque y trate de hacerme la idea de que era seguro ya que no era muy grande y se encontraba rodeado de casas, pero también me salto la duda de que el parque se encontraba a un paso del barrio el Diviso… pero ¡ah! pensé y recordé la frase de un amigo del colegio Santander –sin mente como los gusanos- me senté en una de las cuatro bancas que rodeaban a un árbol grande, me hice en la banca  detrás del indigente para que el árbol me tapara de la vista del aquel, me senté y sólo pensé en los problemas y mi mente trató de engañarme reflexionando sobre los problemas con mi mamá y la cama caliente que me esperaba.
10:00 pm hacia frio, no el que todos pensarían pero sí. Sentía como mi cuerpo comenzaba a erizarse por algunos vientos fuertes de la noche, me sentía seguro porque unos minutos antes habían llegado una pareja de novios o amantes a este sitio el cual me parecía remoto. La banca donde me encontraba sentado ya me parecía incomoda así que me levante y estire un poco las piernas, luego puse mis manos en los bolsillos de mi jean y levanté la mirada al cielo, quería ver las estrellas y lo único que vi fue una luna tapada por un par de nubes negruzcas  que me hicieron perder la magia de aquel momento, volví y tome asiento.
11: 15 había pasado más de una hora y la pareja aún no se iba, yo tenía sueño, la banca era realmente cómoda al momento de recostarse, no pensé en pedir una maldita almohada a mi amigo. Pensaba en la vieja y sucia almohada con la que estoy acostumbrado a dormir –nuevamente mi mente empezó a querer reflexionar- traté por todos los medio de no pensar ni por un momento, eso causaría que me arrepintiera de lo hecho. De pronto escuché el ruido de mi celular…
-Aló...
-¿hola Michael usted dónde está?
-¿mmmm para qué?
-¿es que no piensa llegar a la casa?
-no lo sé. Respondía a mi mamá sin saber si así lo pensaba o sólo no quería hablar con detalles.
-deje la bobada papito, es que usted sabe que sus hermanos son sus hermanos y a todos los quiero por igual.
-así ellos tenga la H…. culpa?, no mamá las cosas no son así.
-sí me va a insultar hablamos luego… chao.

11: 46 pm luego de la charla con mi mamá la rabia aumenta y las ganas de pasar la noche aquí aumentan, sólo pensé en algo por un momento Wilson (mi profesor), imposible esto no sirve para nada. 12:40 hacia mucho frio la cobija no servía de nada, sentía que tenía puesto unos periódicos sobre mi cuerpo, encendí un cigarrillo y mientras lo fumaba veía como el indigente se encontraba estático, como muerto –en algún momento pensé que lo estaba - ¿cómo se aguanta este maldito frio para dormir?-. 1:40 caminaba de lado a lado fumaba con tal desesperación por el frio y la soledad que comencé a pensar en voz alta
-ash, mi mamá si las caga...
Pensaba mientras caminaba de lado a lado, volví a meter las manos en el bolsillo y mire el cielo. Habían algunas estrellas no era un montón de estrella pero sí, brillaban algunas en Bucaramanga
2: 32 am el sueño comienza a atacarme, el parque es muy aburrido, no traje un libro porque la rapidez de mi idea no dio para pedirlo a  mi amigo, me entretuve mientras puede con los perros que pasaban por el parque, sobre todo un perro muy pequeño de tan sólo 5 o 4 meses que me dio tristeza; sentía frio y él también, sentía hambre y estoy seguro que él también. No éramos tan diferentes después de todo.
3:27 am me levanté asustado, observé al perro por tanto tiempo que sin darme cuenta me quedé dormido, revisé rápidamente mi celular, mis zapaos, mi ropa.. Yo. De pronto escucho:
-tranquilo que no lo voy a robar...
Era él, el indigente que hacia unas horas había visto durmiendo, se me había olvidado su presencia, yo sólo sonreí mientras por dentro imaginaba lo peor, me senté y mire nuevamente el cielo, me levanté de la banca mientras el indigente me miraba fijamente, esto me asustó mucho. Pensé en mejor caminar por Bucaramanga, pero era muy tarde y peligroso.  Él noto mi inseguridad y su respuesta a esto fue decir lo siguiente.
-tome un chorrito pelao…
En su mano izquierda  tenía una caja tetra pack de ron Medellín y en la otra una copita para tomar… debía recibirla, en ese momento él era mi única compañía, no podía despreciarlo sería estratégicamente estúpido que él se enfureciera. El mono, como es conocido en mi barrio no se ve mala gente, el frio me estaba matando y la soledad me estaba volviendo loco… -sin mente como los gusanos- tome la copa y sentí como me calentaba un poco, le ofrecí un cigarrillo, y luego pidió otro, fumamos y tome dos tragos más, no me hizo pregunta alguna durante esos tragos, sólo habló de la vida de mendigo que tenía, mis miedos se habían reprimido por unos instantes, luego pidió otro cigarrillo y se acostó en la misma banca donde se encontraba, según él ya la había calentado; sonreí y volví a  mi banca que irónicamente estaba caliente.
Me recosté miré el árbol que tapaba mi mirada hacia el cielo, gire la cabeza un poco para poder ver el cielo, y de pronto no recuerdo nada más...

5:57  escucho una manguera a presión y algunos escobazos… reviso rápidamente todo a mi derredor, mi celular, mis zapatos… yo. Todo estaba bien, sólo no tenía la cobija de mi amigo, el mono ya no estaba. El parque estaba siendo aseado por una señora que cantaba mientras lavaba. Los pájaros no me despertaron, pero ahora los comenzaba a oír detenidamente, la gente salía con chaqueta a trabajar, algunos -creo yo- pensaron que era un simple borracho y yo pensaba simplemente de que por suerte estaba vivo… Para la casa es hora de hablar con mamá. Bucaramanga, la ciudad de los parques es también la del sueño para muchos indigentes, tiene buenas bancas para dormir, hace frio y hay algunos indigentes educados… fue lo único que se me ocurrió. 

Caminando ando (crónica centro comercial)

Caminar en Bucaramanga es un lujo, los espacios son cada vez menos, tropezar es parte de esta ciudad, ya no es lo mismo que antes. Yo tengo 22 años de estar habitando esta ciudad, hago parte de la población netamente bumanguesa, existimos muy pocos de esos, y a pesar de mi corta edad, sé que nos han invadido un montón de gente queriendo respirar un aire mejor, un aire sin tanta polución como Bogotá, un aire sin tanta corrupción como en Cali o Medellín y un maldito aire de evolución como ninguna otra ciudad. Esta gente extranjera, para mí, invade  cada rincón de mi ciudad. Bucaramanga se encuentra llena de restaurantes del pacifico y la costa, mi universidad igualmente de esta gente, las calles son abarrotadas de rolos y paisas que quieren quitarme mi dinero con baratijas de menor precio que en cualquier otro mercado bumangués, como la plaza o el mercado de las pulgas, estos lugares están  invadido ahora por ladrones y jeques bumangueses que no entregan territorios a estos “extranjeros”. Yo nunca fui un niño ejemplar a mis 10 años recorría la calle  33 en cabecera  por el pasillo hippie buscando manillas y pañoletas para la cabeza, que se encontraban de moda en la juventud; iba a jugar maquinas a real de minas dentro del centro comercial Acropolis,  con el dinero que a escondidas sacaba del bolso de mi mamá, jugaba futbol por todo  san Alonso con un balón de micro de trapo o un Mikasa y al siguiente día tocaban a mi puerta a cobrar los vidrios que había cuarteado o partido con el balón de futbol. Acompañe  a mis hermanos al centro de la ciudad a conseguir aquello que ni los malditos extranjeros podían traer  a tan bajo precio, como juguetes, ollas, manillas, pulseras. Bucaramanga a mi mirar era tranquila a su modo, siempre existían pancartas de la ciudad de los parques, y hoy día solo sé que en Bucaramanga le llaman parque aun metro cuadrado, creo que el patio de mi casa debería ser monumento departamental porque es más grande y viejo que algunos que los gobernadores intentan vender. Ahora cuando camino por mi ciudad solo encuentro un plurilingüismo absurdo, paisas al lado de chocoanos o pastusos con chasas o puestos de comida, rolos en los parques tomando aguardiente antioqueño o  guarapo mientras escuchan rock o reggaetón. Los hippies de la 33 los quieren echar a patadas el gobernador Richar Aguilar, un hombre que hizo sus estudios en Harvard y quiere volver a Bucaramanga una micropolis gringa, y saca a los habitantes hambrientos de Bucaramanga para dar espacio a los “extranjeros”. Esta ciudad tiene tantos respiros que me acostumbre a andar con las manos en los bolsillos con miedo de que me roben o de tropezar con alguien. Recuerdo cuando comenzó esta ciudad los indígenas  de girón venían a poblarnos para tomar un respiro y poco a poco se construyeron chozas hasta ser lo que hoy somos, Bucaramanga no debe ser la ciudad de los parques, pues no existen, debe llamarse la ciudad del respiro ¡vengan aquí, compren una vivienda a los precios más altos de Colombia y llenen su vida de paz ruidosa y fanfarronee de armonía¡ yo camine esta ciudad de niño y de joven, tome una cerveza en el centro de la ciudad cuando no apuñaleaban, me embriagué en la zona rosa con mujeres que no se entregaban por dinero, camine de lado a lado alcoholizado en cabecera en las licoreras donde se reunían la mayoría de jóvenes, y aunque no soy homofóbico ni machista me da rabia ver un parque en soto mayor y cabecera como helecho para gays y prostitutas. En Bucaramanga todo cambio, ya no se puede caminar como antes, ahora el paso se volvió más acelerado y descontrolado, las aceras son cada vez más diminutas, el gobernador intenta hacerlas grandes extinguiendo los vendedores ambulantes que la transitaban como parte de esta ciudad, ahora parecen aceras espaciosas y la verdad son deshabitadas. Ahora nació una moda en Bucaramanga, los llamados y conocidos por la mayoría como centros comerciales, mi ciudad tiene tantos centros comerciales como parques, los centros comerciales son proporcional con cada hormiga que habita en esta ciudad, porque si fuera por la gente no habría sino tres o cuatro… pero no, existen más de 8 o 9 centros comerciales, desde los más diminutos y estúpidos, hasta los más grandes y estúpidos. Ayer luego de caminar el centro deshabitado intente comprar un detalle para mi novia (que por cierto es de aquí); como encontré la ciudad vacía en sus malditas calles, intente entrar a un centro nuevo en Bucaramanga, el Cacique, un nombre tan particular para la historia de esta ciudad construida por indígenas que me causo cierto desdén, no importa, me dije. Debo conseguir el detalle para mi novia, entre al lugar y tenía un parqueadero gigantesco, tan grande que se encontraba en su mayoría vacío, y cobraban la medio tontada de 1200 la hora del parqueadero, yo creo que hacen más dinero con el parqueadero que con algunos locales que se encuentran en ese lugar, no importa debo comprar un detalle. Cometí el error más grande de mi vida entrando a ese lugar un sábado. Yo no soy un hombre común, odio y me enerva, me enferma estar en un lugar repleto de gente, mi respiración y latir se aumentan tanto que el desespero por irme del lugar se convierte en una acción inmediata. No podía irme debía comprar el detalle para mi cucaracherita, solo el santandereano de verdad sabe a que me refiero con eso. Entre al lugar y mis hombros chocaban con otros hombros extraños, pan, pun, pan, pun… no quería devolverme porque debía comprar el maldito detalle que ella quería, una camisa con una frase en inglés, pura basura yanqui pensé, pero ella la quería, pun, pan pun… maldita sea el día que llegaron los extranjeros nacionales y las multinacionales de mierda, solo pensaba en eso mientras caminaba y observaba a los niños con sus helados lamiendo y riendo, los ancianos desesperados y conmocionados por la amplitud del lugar, los jóvenes con sus pelos aplastados en su cabeza luciendo ropa extravagante y yanqui. Bucaramanga se convirtió en una micropolis yanqui, fue lo único que se me ocurrió, yo a veces debo callar porque a mi madre lo único que se le ocurría comprar cuando era niño eran estas marcas norteamericanas que hoy día a veces me regala en contra de mi voluntad, y si no es ella es mi novia que me sorprende con una camisa de aquellas que confeccionan en la frontera mexicanos y se bufan los gringos en decir “made in E.U.” yo solo quería salir de ese lugar, por todos lados se escuchaba un parlante de murmullos de la gente, y las risas y conversaciones de la gente con un acento tan extraño. No escuchaba por ningún lado una entonación golpeada ni marcada, era algo más extraño, era como… chirriado, esa es la palabra, chirriado. Pero no me importaba debía comprar el maldito regalo para mi cucaracherita, entre a un sitio abarrotado de personas que rociaban loción por todos lados como muestrario, ofreciendo tarjetas para compras y viajes… estaba que explotaba por dentro, más aun cuando pregunte por una chanclas, y me dicen que cuestan más de cien mil pesos porque están de moda, y pensar que esas mismas chanclas de polietileno las consigo solo por el diez por ciento que aquellas que me ofrecieron, en la plaza de mercado de Guarín o san francisco. Quería salir corriendo, este centro contenía al setenta por ciento de la ciudad y yo hacía parte de esa estadística, de música, chancletas de cien mil pesos y pelos aplastados. Vi una camisa bonita, pregunte el precio costaba 70 mil, primero muerto. Así recorrí todo hasta que encontré solo basura y a precios altos. Mire la hora debía dos horas de parqueadero, sentí mi pulso y estaba acelerado, debía salir de tal disparate, así que Salí rápido de este lugar no lo recorrí más. Tanta gente y pan pun, me tenía alterado, encendí la moto pague los dos mil cuatrocientos y le dije a mi novia que fuéramos a comer a un restaurante Ocañero que hay cerca de mi casa. Se decepciono por la camisa, preferí darle el dinero. Y le dije que para mi cumpleaños me regalara una camisa que diga… se habla bumangués.

Michael David Uribe Espinosa